domingo, 15 de diciembre de 2013

AL FINAL DE UN CAMINO, SIEMPRE HAY OTRO QUE DA COMIENZO


Hoy hace casi dos años que inicié mi camino a través de la vía del zen. Un camino repleto de momentos de todo tipo, periodos de lucha contra mi mismo, ilusiones, tristeza y muchos aprendizajes que ya jamas podrán ser olvidados.
A lo largo de todo este tiempo he pasado por todo tipo de situaciones, siendo alguna de ellas especialmente dura, pero a su vez enriquecedora, aspecto que me ha dado la oportunidad de reflexionar mucho a cerca del sentido de mi vida, y lo más importante, a comprender el verdadero sentido del "aquí y ahora", que no es otro que vivir cada instante que la vida nos regala, como si fuera el último, dedicándolo a todas aquellas personas, pasiones y sueños que de alguna forma ya nos han sido dados por la misma vida.
No hay nada que esperar, nada que desear, nada que necesitemos más que todo aquello que ya nos ha sido dado. Así que lo único que debemos hacer, aunque paradójico es simplemente no hacer nada, sólo fluir y dejarnos llevar, pues todo en nuestra existencia sigue su curso y nosotros sólo debemos dejarnos llevar por él, sin que nos importe hacia donde nos lleva el mismo...
El pasado ocho de diciembre del 2013, durante la conmemoración del despertar de Buda, viví sin duda uno de los momentos más intensos y esperados de mi vida, mi ordenación como Bodhisattva de la mano del maestro Roland Yuno Rech. Un momento que simboliza para mi el final de un camino y comienzo de un nuevo caminar.
Casi dos años me ha costado el prepararme para este momento, un periodo de tiempo en el que han sucedido una infinidad de  cosas en mi vida, haciendo posible, que la persona que hace ya mucho tiempo pidió su ordenación, fuera una persona totalmente diferente a la que el pasado ocho de diciembre se ordenaba, en una hogareña casa en mitad del bosque, junto a sus compañeros de Shanga.

Sin duda he vivido mi ordenación de una forma muy especial que sólo un practicante que se haya encontrado en la misma situación puede comprender. Los meses previos a la misma, terminado la costura de mi rakusu, a la vez que luchaba continuamente contra los deseos de mi ego y los diferentes obstáculos que la vida dejaba poco a poco en mi camino.
Los tres días previos a la ceremonia de ordenación, compartiendo mi felicidad con mis compañeros de shanga, maestros y demás situaciones que hicieron de aquel periodo de tiempo, algo difícil de olvidar.
Y finalmente el recibir mi rakusu de la mano de un gran maestro, un tesoro que no tiene precio para un practicante, puesto que en el mismo, yace inscrita una parte de su vida.
Aunque para mi, lo mejor de este rakusu es sin duda el saber que en realidad, no me pertenece a mi solo, ya que cada vez que lo miro o me lo pongo para meditar, siendo la fuerza y luz, de cada una de las personas que han puesto su grano de arena en que el mismo pueda colgar a día de hoy de mi cuello, ya sea a través de los continuos ánimos que algunos de ellos me daban en los momentos más difíciles, o en  las muchas puntadas que otros de ellos dieron a lo largo y ancho de sus telas, dando forma a lo que hoy representa el corazón y unión de mi compromiso por la practica del zen y la fuerza de la shanga a la que  pertenezco.


Pero como me dijo una monja después de mi ordenación y de su boda mediante el rito zen que tubo lugar el mismo día, " ha sido maravilloso, pero ahora todo sigue...",  acto seguido se sentó frente a mi en postura de zazen e hizo sonar la campana de dharma como inicio de un periodo de meditación.
Y lo cierto es que cada segundo es único e irrepetible, todo y que mentiría si no confesara que mi corazón me dice que no será la última ordenación que recibiré a lo largo de mi vida dentro del zen, así que no puedo más que seguir aprendiendo y dejar que la vida fluya en mi, como fluye el agua a lo largo del cauce de un río salvaje.
Gassho, a todas la personas que me habéis ayudado en este primer tramo del camino, ya sabéis quienes sois y nunca podré olvidar la bondad de vuestros gestos, sonrisas y amistad.

Gassho!


Sergi Hogaku



domingo, 29 de septiembre de 2013

LAS CUATRO VÍAS DEL BODHISATTVA





En ocasiones, algunas personas se preguntan sobre el significado de la ordenación de Bodhisattva y todo lo que ello implica, ya que ciertamente como tantos muchos aspectos relacionados con la práctica del zen, las ordenaciones forman parte de cierto hermetismo. Y no es así por ninguna razón en concreto, si no más bien, porque dentro de la practica nada debería tener demasiada importancia, siendo más bien un fluir de todas las cosas por igual, partiendo siempre de zazen. Esto viene dado porque cuando practicamos zazen ya somos uno con la práctica, así que no tiene demasiado sentido centrarse en muchos aspectos fuera de la misma, si no armonizarse con la postura y mantenernos lejos de nuestros apegos e ilusiones.
Como en alguna otra ocasión he comentado durante la ceremonia de ordenación, el futuro bodhisattva recibe los diez preceptos, toma los cuatro votos del bodhisattva y también toma las cuatro vías del bodhisattva, que más abajo se comentan al detalle.
Con toda sinceridad, a medida que un practicante va entrando con más profundidad en la vía del zen, siente como poco a poco su visión de todas las cosas va cambiando. Todo es igual, pero a su vez ya nada parece ser como antes. Este aspecto, remite a que cada vez que practicamos y nos hacemos íntimos con nosotros mismos, nuestra percepción deja proyectarse sólo hacia el exterior, enfocando toda nuestra atención en nuestro interior, donde todos los fenómenos parten de nuestra naturaleza intrínseca, lejos de las muchas ilusiones fabricadas por nuestra mente ordinaria.

A continuación os dejo con un texto escrito por el maestro Roland Yuno Rech, donde explica a la perfección el sentido y significado de las cuatro vías del bodhosattva.

Sergi G.


Las cuatro vías del bodhisattva

El Maestro Dogen escribió un capítulo del Shobogenzo que se llama: Daisatta Shishobo, “Las cuatro vías del bodhisattva”; para ayudar a los seres humanos. Se trata del fuse, del don; de ai go, las palabras de amor; de ri gyo, las acciones benéficas; y de do ji, no diferenciarse de los otros.


Fuse: El Don

Nuestro cuerpo no nos pertenece. Todo lo que creemos poseer solamente nos ha sido prestado por el orden cósmico para un periodo de tiempo limitado. Podemos sentir, experimentar que recibir y dar es hacer circular la energía, armonizarse con el orden cósmico. No nos convertimos en algo más cuando recibimos ni disminuídos cuando damos. Nosotros mismos no estamos limitados a este cuerpo. Si sentimos que el otro y yo no somos diferentes ni estamos separados, cuando un fuse se da, o bien es recibido, es justo un intercambio. En el total entre nosotros dos nada aumenta ni disminuye. Por ejemplo: si alguien ama completamente a otra persona, se convierte en esta otra persona. Si esta otra persona recibe una gran alegría, él no se pone celoso, al contrario, se alegra como si él mismo lo hubiera recibido, porque se ha hecho idéntico al otro, es lo que se llama do ji. Así, las cuatro acciones del bodhisattvas son completamente interdependientes.

El Maestro Dogen decía: “Solamente por la virtud del fuse, él le llama futon, es decir: sin avidez, sin cálculo, solamente por esta acción, podemos construir un mundo posible”. Todavía es más verdad en nuestra época. Si el espíritu del don y de solidaridad no se desarrolla, seguramente el mundo corre grandes peligros, muchos conflictos aparecerán. Así, para los que practican zazen como nosotros, es importante cultivar el espíritu del fuse, es la primera expresión de nuestra práctica como bodhisattvas.

Dogen dice: “Cada uno posee en su naturaleza propia la capacidad de dar, de hacer fuses espiritual o materialmente en cada momento; nos creemos pobres, tenemos todo el tiempo miedo de perder algo, de tener menos si damos algo”. Practicar zazen permite encontrar nuestra verdadera riqueza, realizar el espíritu que no mide, que no compara, que no crea divisiones ni separaciones. Entonces, el universo entero es mi posesión.

Dogen señala: “Ya que nada nos pertenece, podemos dar. Justamente porque nada nos pertenece en propiedad, podemos separarnos de nuestras posesiones, sin tener menos”. Poco importa si el fuse es importante, grande o pequeño, no es una cuestión de cantidad: lo importante es que sea benéfico para los otros.

Una forma de fuse que es muy importante es dar la propia vida para la práctica de la Vía. Ir a hacer zazen al dojo, practicar con los otros, dar nuestro tiempo, nuestra energía, dar nuestro propio cuerpo para hacer existir ese zazen. Y así, permitir a los otros practicarlo sin esperar una recompensa, sin segundas intenciones, sin cálculo, entonces, este zazen es ilimitado, una acción ilimitada. Si nos entregamos así a la Vía, nuestra vida se completa.

Ai go, palabras de amor
Ai quiere decir amor, y go, palabra. Ai go son las palabras de amor, no las palabras de seducción, quiere decir que no utilizamos palabras brutales, duras, sino que nos preocupamos del bienestar de los que encontramos. Quiere decir, estar atentos a la persona a la que hablamos, como un padre con su hijo. No es utilizar palabras diplomáticas sino expresar el verdadero espíritu. Ai go tiene el poder de reconciliar a los enemigos, de cambiar completamente el estado de espíritu del otro. Cada uno tiene mucho miedo en su mente, ai go, las palabras de amor, apaciguan los temores, dan un sentimiento de seguridad, de ser aceptado tal y como uno es, con simpatía, sin juicio, sin rechazo. Ai go, como el fuse, tiene el poder de cambiar el estado de espíritu de las personas que lo reciben. Como cambiar el estado de espíritu es una cosa muy difícil, ai go, como el fuse, es un medio muy importante para el bodhisattva, para ayudar a los seres a cambiar su espíritu ordinario y hacer aparecer el espíritu de la Vía.


Ri gyo: Las acciones benéficas
Ri gyo quiere decir cuidar de cada persona, sea cual sea su posición. No en relación a uno mismo, no en relación con el propio interés sino para permitir que esta persona se desarrolle en la vía. Ri gyo no se practica solamente con los seres humanos sino con todos los seres. Dogen, por ejemplo, cita la historia del hombre que habiendo visto a los pescadores que habían atrapado una tortuga, compró la tortuga y la liberó. Es ri gyo, cuidar de todos los seres vivos, sentir compasión por ellos sin esperar un mérito especial o una recompensa. Sencillamente no poder hacer otra cosa más que ayudarlos, inconsciente y naturalmente, no decirse: “Hace falta que practique ri gyo.” Sencillamente dejar que el propio espíritu de compasión se manifieste, no reprimirlo, no bloquearlo teniendo miedo de molestarse a uno mismo, de perder algo. El Maestro Dogen decía: “La gente estúpida cree que, si el bienestar de los otros está en primer lugar, el nuestro va a disminuir. En realidad no hay oposición ni separación entre el otro y uno mismo”.


Do ji: no diferenciarse de los otros

Dogen dice: “Como Sakyamuni Buda que nació y vivió toda su vida como ser humano”. Toda su vida ha sido la práctica, la Vía de do ji, es decir: No separarse de los otros sino, al contrario, practicar completamente con los otros sin convertirse en alguien especial. Algunos se hacen monjes o monjas y, a partir de ahí, desarrollan un cierto orgullo espiritual. Piensan que se han convertido en gentes especiales, por encima de los otros. Si pensamos así, eso es una ilusión; llegar a ser bodhisattva, monje o monja quiere decir profundizar cada día en lo que nos une con los otros, en lo que no nos diferencia de los otros.

Lo que crea las diferencias entre los seres es el karma, las acciones que sigue nuestro ego. Ser bodhisattva, monje o monja es enraizar la propia vida en la práctica de zazen que nos pone en contacto con lo que no es diferente de las otras existencias; no solamente de las otras existencias humanas sino tampoco de los animales, de las plantas, de los árboles, de las montañas, de los ríos, de las estrellas. Es realizar la dimensión cósmica en nuestra existencia. De esta forma nuestro espíritu se hace vasto. Hacerse monje es estar completamente solo, zambullirse en la soledad, es decir, en el hecho de que no podemos poseer nada; pero si lo aceptamos desde el fondo de nuestro cuerpo y nuestra mente, nuestra vida se abre a lo universal, a la dimensión más allá de nuestro pequeño ego.

El lugar en que esta práctica de do ji se realiza mejor es en el dojo. En el dojo, seamos monje, monja, bodhisattva o sencillamente laico, sin ordenación, cumplimos exactamente las mismas reglas, la misma postura, la misma práctica; todos practicamos gassho, zazen. sampai, de la misma manera. La misma respiración, el mismo espíritu que no permanece en nada, el mismo espíritu que es shuke, sin morada. Nuestro verdadero espíritu es el espíritu de monje, el espíritu de monja. El vasto espíritu como el cielo que lo acepta todo, que incluye todo sin rechazar nada: el sol, la lluvia, las nubes, a veces la tormenta, el día y la noche.

El Maestro Kanshi dijo: “El mar acepta el agua sin límite, así crea vastos océanos. Las montañas aceptan la tierra sin límite, así forman altas cordilleras. Igualmente, un soberano que tiene sabiduría comprende el espíritu de cada uno de sus súbditos, no crea discriminaciones y rechazo entre los seres, así un vasto pueblo se reagrupa alrededor de él y forma un gran país porque no rechaza a nadie”. Así es el espíritu del bodhisattva, el espíritu de do ji, el espíritu de zazen.

Cuando nosotros practicamos zazen, juntos en el dojo, abandonamos el espíritu que crea separaciones y ese zazen influencia todo el universo, es lo que se llama do ji jo do, la realización simultánea de la Vía, por todos los seres.

Por supuesto, esto pasa de manera invisible, no podemos asirlo, sencillamente quiere decir que nuestro zazen no está limitado a nosotros mismos. Es como cuando tiramos una piedra al agua, las olas concéntricas que se crean en ese momento se propagan hasta el infinito. Si una sola persona cambia en su cuerpo y en su mente, automáticamente influencia al mundo entero, aunque no sea visible; ningún fenómeno, ningún ser, está separado de los otros.

Si seguimos de esta forma, esta ley cósmica fundamental, do ji, no diferenciarse, no separarse de los otros, armonizarse con esta realidad, ejerce una buena influencia en nuestro entorno y nos sentimos responsables de nuestra propia vida, de los efectos de nuestra vida en los otros. Si vivimos así podemos encontrar un sentido profundo a nuestra existencia, nuestra vida puede encontrar su verdadero valor.

Roland Yuno Rech- Solingen 1996

domingo, 16 de junio de 2013

EL APEGO EN LA PRACTICA DEL ZEN



" Lo imporante no es el objetivo del viaje , sino la felicidad que nos aporta el camino durante el mismo..."

"El guerrero pacífico"

Durante la práctica del zen pueden surgir diferentes clases de apegos que debemos ser capaces de identificar a tiempo, a la vez que llevamos a cabo un profundo trabajo interior para que los mismos no acaben por hacer de nuestra practica, una practica llevada a cabo por nuestro ego, ya que de ser así, la misma estaría carente de valor alguno.
Muchos de estos apegos se muestran de una forma aparentemente natural, pudiendo pasar desapercibidos en el mayor de los casos, entendidos como si de una  evolución natural de nuestra práctica se tratara, siendo totalmente aceptados por nosotros sin prestar una especial atención.

Uno de los primeros apegos muy frecuente en los primeros meses de la práctica suele estar relacionado con nuestra postura. Durante estos primeros días, nos auto juzgamos de manera totalmente injusta y dualista, en función de si nuestra postura es mejor o peor, si nuestras rodillas tocan el suelo o por el contrario aun debemos trabajar más para que lo hagan en el menor tiempo posible, o la preocupación respecto a si somos o no capaces de sentarnos en loto completo lo antes posible. Pero lo que está claro es que el conseguirlo se convierte en muchas ocasiones en un objetivo erróneo, que estará desnudando nuestra práctica, dejándola desprovista de una de las premisas más importantes a la hora de practicar zazen, el sentarnos sin espíritu de provecho ni intención alguna.
Respecto a este aspecto, el maestro Shunryu Suzuki en su libro " Mente Zen, mente de principiante" dice lo siguiente:

"Cuando practicamos zazen con la determinación de la gran mente de Buda, nos percatamos que el peor caballo es el más valuoso. Es en las muchas imperfecciones que tenemos donde reside la base para una forma justa de observar la mente. Aquellos que no tiene ningún problema físico para sentarse, generalmente tardan más en comprender la verdadera Vía del zen, el verdadero sentido del zen, la médula del zen. Los que tienen grandes dificultades en la práctica , le encuentran más sentido. De forma que en ocasiones el mejor caballo puede resultar peor i el peor caballo mejor..."

" Es más fácil que se despierte la verdadera mente de la Vía en aquellos que tienen dificultad para sentarse, que en aquellos que pueden sentarse con facilidad."

SUZUKY,Shunryu, 2011. Ment Zen, men de principiant, Lleida: Pagès editors, p. 42-43.

Otro aspecto que he experimentado a nivel personal, es el de otorgarle un valor excesivo a determinados objetivos mentales relacionados con la práctica, como por ejemplo la ordenación, siendo la misma por lo normal, un deseo expresado por el mismo practicante que surge en el momento en el que el mismo desea tomar un mayor compromiso con la la vía.
Llegado este momento, dicho practicante puede decidir ordenarse, tomando como resultado entre otras muchas cosas una serie de votos y preceptos.
Hasta aquí no existe problema alguno, pero hemos de saber detectar a tiempo, si dicha ordenación se puede acabar por convertir en un objetivo ilusorio reflejo de nuestro ego, ya que si así fuera dejaría de obedecer a su naturaleza intrínseca. 
Esto en mi opinión, sucede cuando enfocamos una acción o proyecto con una finalidad que tiene sus cimientos en el futuro. De esta forma, siempre que intentamos acercarnos a dicho objetivo estamos tomando una dirección lejana al aquí y ahora o momento presente, anteponiendo el objetivo final, al proceso que nos ha de llevar a dicho propósito, que debería ser en realidad lo único importante. Esto evidentemente tiene unas consecuencias muy negativas, que nos generarán sufrimiento e incluso posibles crisis emocionales.
Así que en todo caso, el camino correcto debería de ser tomar la determinación de ordenarse, pero siempre poniendo toda nuestra atención en cada uno de los pequeños pasos que demos durante nuestro camino hacia nuestra ordenación, siendo los mismos tan o más importantes que la misma ordenación, que en realidad sólo representará una culminación de una serie de vivencias y experiencias previas.

Sergi Gámez









miércoles, 10 de abril de 2013

ACEPTACIÓN, EL ÚNICO CAMINO HACIA UNA PRÁCTICA NO DUALISTA



"La forma justa de practicar, es aquella que nos permite encontrar nuestro camino en medio de las limitaciones. La práctica no significa que cualquier cosa que hacemos , incluso sentarnos, sea zazen. 
Practicar quiere decir que las dificultades que tenemos no nos limiten..."

S. Suzuki. Ment zen, ment de principiant, Barcelona: Pagès editors, 2011, p.46

Sin lugar a dudas, las palabras del maestro Suzuki, nos muestran las claves de uno de los aspectos más importantes dentro de la via del zen, la aceptación; puesto que sólo al despojarnos de nuestros deseos, intereses personales y limitaciones, estaremos cerca de lo que el mismo maestro apoda como "practica justa". Una practica, que no persigue ningún fin concreto, que no distingue entre el placer y el dolor, lo que está bien y aquello que está mal..., que nos conduce a ninguna parte y a su vez nos hace sentir en unión con todo lo que nos rodea, y en definitiva, que no espera nada, pues nunca tuvo la intención de conseguir algo...
Practicar zazen desde una óptica distinta a esta, sólo nos conduce a una práctica de nuestro ego, donde nuestra mente original carece de reflejo alguno, siendo todo parte de un mero esbozo contenido en el interior de nuestra mente ordinaria.
Por esta razón, quisiera incidir, en el valor que tiene nuestra aceptación ante todo aquello que queramos llevar a cabo, puesto que aceptarnos con nuestras virtudes y defectos, es lo más parecido a abandonarnos por completo, y con dicho abandono, estaremos más cerca que nunca de dicha práctica justa.
Nuestras limitaciones, son en gran parte un reflejo de nuestra visión dualista de todas las cosas. Así que si queremos abandonar dicha visión, hemos de comenzar por aceptar nuestras limitaciones y observarlas como parte de nuestra práctica. Puesto que aunque quizás pueda parecernos distante, no nos pertenece a nosotros el derecho a juzgar todo aquello que acontece en nuestras vidas, sino dejar que todo fluya de forma incesante, como fluye la naturaleza desde la tierra en dirección al cielo.
Por esta razón, al sentarnos en zazen nos concentramos en nuestra respiración a la vez que ponemos nuestra atención en la postura, abrazando todas las sensaciones que nuestra práctica pueda albergar para nosotros con total naturalidad. Esto quiere decir, que en caso de tener molestias o algún tipo de dolencia producido por la misma postura, lo aceptaremos, rompiendo así esa visión dualista que a menudo nos impide ser felices, pues nos pasamos la vida tomando decisiones, sobre aquellas cosas que nos convienen y aquellas otras que preferimos evitar.
Yo mismo he podido experimentar esta sensación, y en efecto, cuando nos entregamos al completo durante nuestra práctica sin esperar nada de la misma, observamos como nuestro sufrimiento va desapareciendo, dejando a su marcha una sensación de equilibrio en nuestra mente y espíritu. Este estado, no debe entenderse como algo que debemos lograr, sino como un estado que emerge de nosotros por si solo, pues en que nada espera todo recibe...

Sergi Gámez





lunes, 25 de marzo de 2013

ORYOKI

 

 Extraido de: http://muellezen.wordpress.com

En japonés Oryoki se traduce más o menos como “aquello que contiene justo lo necesario”. Son un conjunto de recipientes (3) para comida que los monjes y monjas Zen reciben al ordenarse. En un sentido general Oryoki se refiere al uso ceremonial de cuencos utilizados para comer en silencio en un monasterio Zen.

Aquí hay dos cosas importantes: contener justo lo necesario y el silencio. Cuando contenemos justo lo necesario, no existe bulla en nuestro interior. Nada está de más. No cargamos con nada que se pueda considerar un exceso. Se camina sin peso, sin molestias. De esa condición surge el silencio. Cuando pones muchas cosas en un saco, al moverlo éste hace ruido. Así es la gente común: todo el tiempo hace ruido. No tienen la medida exacta para hacer silencio y mucho menos para permanecer en silencio.
Cuando un monje toma su alimento en su(s) Oryoki, lo servido es suficiente. No espera más. No se queda pensando en repetir. Sólo come. Por ello, los monjes mendigantes no les dicen a las personas cuanto ni que poner en sus cuencos. La práctica consiste en pedir para comer. Ser tan humilde y sin ego como para pedir y conformarse con lo recibido.
En occidente esto de pedir se ve feo. No es una práctica espiritual. Los mendigos piden y luego botan lo que no les gusta. Esto no es “contener justo lo necesario”. Esto es ser grosero,  no conformarse con lo que el universo te ha proporcionado. La rabia surge y el mendigo bota y despotrica sobre lo recibido. Esto es atraso.
Nosotros debemos ser cual un Oryoki: contener la medida necesaria. En todo. Tener la medida necesaria de lo que nos hace falta es no excedernos. Querer más crea muchas olas sobre la superficie de las olas en nuestra mente. Se vive ajetreado. Demasiado movimiento nos distrae, nos descontrola. La medida necesaria sinónimo de vivir sosegado. ¿Para qué cargar con lo que no nos hace falta? En cuanto al alimento, lo que tú dejas de comer, será alimento para otro ser sensible. Por eso las prácticas espirituales sugieren el “ayuno” ocasional: ese día de tu ayuno, otro podrá comer mejor. La medida necesaria demuestra tu compasión para con los demás seres. A partir de hoy, conviértete en un tazón de templo budista: tendrás lo necesario y serás feliz. Buda así lo vio y por eso se instituyo el uso del Oryoki.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Le Dharma os arrastra – vosotros arrastráis al Dharma





Os dejo otro interesante texto del maestro Roland Yuno Rech, publicado recientemente por nuestros amigos de Zen Navarra (http://zennavarra.blogspot.com.es).

Gassho!

Para hacer zazen nos concentramos totalmente en la postura. La espalda vertical, la barbilla recogida; empujamos el cielo con la coronilla y la tierra con las rodillas. Los hombros  bien relajados, el vientre distendido, inspiramos y espiramos profundamente por la nariz , seguimos esta respiración y no los pensamientos. Dejamos pasar todas las construcciones mentales, hasta el punto de que ya no hacemos nada, ni siquiera zazen, es decir hasta el punto en que la práctica se hace forma   inconsciente y natural, sin necesidad de que intervenga nuestra consciencia personal, nuestra voluntad personal.

En tanto que hacemos zazen, hay un ego que hace algo, que interviene. En ese momento la práctica puede aportar un cierto número de beneficios. Por ejemplo, va a mejorar la propia práctica de concentración Pero cuando ya no hacemos nada, cuando ya no es el ego el que hace zazen ; en ese momento, es el mismo zazen el que nos dirige, zazen que es más fuerte que nuestra consciencia personal, en ese momento zazen nos arrastra literalmente más allá de los límites de nuestro ego. Ese zazen tiene el poder de liberarnos de la transmigración, del samsara. Es el zazen de Buda.

De forma natural, cuando escuchamos esta enseñanza, tenemos ganas de practicar el zen de Buda. Decimos que zazen debe ser practicado naturalmente, inconscientemente y automáticamente. Tendemos a rechazar toda intervención de la voluntad, de la consciencia personal ; en realidad los dos aspectos son importantes : la práctica consciente y la práctica inconsciente, la voluntad y el soltar presa. Si solamente practicamos con ayuda de la propia voluntad personal, nos cansamos rápidamente. Pero si privilegiamos exclusivamente el soltar presa, la práctica inconsciente y natural, entonces corremos el riesgo de que nuestros viejos hábitos mentales tomen del mando.

Sobre este tema en el Gakudo-yojin-shu  el Maestro Dogen  era muy claro. Decía: « Cuando empezáis a estudiar la Vía del Buda, tenéis que visitar a un Maestro, escuchar su enseñanza y practicar de acuerdo a esta enseñanza. En ese momento hay algo que debéis comprender: El Dharma os arrastra, vosotros arrastráis al Dharma. Cuando vosotros arrastráis al Dharma sois fuertes y el Dharma es débil. Cuando es el Dharma el que os arrastra
el Dharma  es fuerte y vosotros sois débiles ». Y añadía: « Estos dos aspectos están siempre presentes en el Dharma de Buda ». Dicho de otra forma para la práctica de zazen, como para la práctica de nuestra vida, hay momentos en que ejercer un control consciente sobre lo que practicamos y otros momentos en que es mejor soltar presa. Pero no podemos funcionar siempre del mismo modo.

En la vida social, solamente soltar presa no funciona. Hay muchas ocasiones en que necesitamos reflexionar, tomar decisiones, utilizar la voluntad. Es la función del mental. Como ya lo he dicho, si solamente funcionamos así, hay un aspecto profundo de la vida que se nos escapa completamente, toda la dimensión de la armonía con el Dharma, con el orden cósmico, que se realiza en los momentos de soltar presa, cuando pensamos más allá del pensamiento y del no-pensamiento , cuando es la conscienciahishiryo de zazen la que nos dirige. Cuando repetimos esta experiencia, esta práctica inconsciente y natural en zazen,  se convierte en la fuente de nuestra vida. Siempre podemos volver periódicamente a esto, pero no tenemos que apegarnos a funcionar siempre  así, si no nos creamos una nueva ilusión, una nueva causa de sufrimiento. Una vez que se acaba la sesshin, volvemos a la vida social y nos damos cuenta de que no podemos funcionar siempre así.

Entonces si oponemos las dos formas, en lugar de armonizarlas, sentimos constantemente un conflicto interior. En este momento deseamos encerrarnos en un templo, para suprimir este tipo de conflicto, con la esperanza de poder practicar siempre de forma naturalmente, inconscientemente y automáticamente, siguiendo un gyoji regular, en el que no hay apenas decisiones que tomar, sencillamente seguir la regla. Si hacemos esta elección, apenas podemos ayudar a los otros . La gran mayoría de los seres han vivido siempre en el mundo. La actitud de los monjes zen que son bodhisattvas, es encontrar el equilibrio en su propia vida y enseñar este equilibrio a los otros. Con períodos de retiro como las sesshines, los angos y los períodos de retorno a la vida social.

Incluso durante una sesshin, hay momentos para pensar conscientemente y otros para pensar inconscientemente; en particular todos los responsables deben reflexionar sobre cómo organizar las cosas, tomar decisiones. A la gente que es muy joven en la práctica le cuesta hacer esto. Es decir cuando se ponen a pensar conscientemente para resolver un problema; este pensamiento consciente invade completamente su mente. Y después no llegan a hacer zazen verdaderamente. No paran de pensar en la intendencia, la organización, no llegan a dejar pasar sus preocupaciones. Cuando se avanza en la práctica, llegamos cada vez más rápidamente a pasar de una forma de pensar a otra forma de pensar. Reflexionar, tomar una decisión y rápidamente abandonar; desprenderse de ello y pasar a otra forma de pensar. Y todo esto estando siempre perfectamente aquí y ahora.

Aquí y ahora, ¿qué es importante? Concentrarse únicamente en el punto importante del aquí y ahora sin dejarse contaminar la mente por las rumias mentales. Así podemos guardar una mente libre y fresca, siempre nueva, incluso en medio de los fenómenos de la vida cotidiana. La sesshin nos ha enseñado verdaderamente un arte de vivir que nos permite continuar la práctica,  la Vía en todas las circunstancias de la existencia. Y así hacer realidad el nirvana, es decir la paz de la mente en el samsara, en la agitación de los fenómenos, armonizando los dos,  sin oponerlos.

Maestro Roland Yuno Rech
Sesshin de Godinne – Noviembre 2012       

miércoles, 6 de marzo de 2013

DEL DOLOR Y SUS ADJETIVOS






Os dejo un artículo muy interesante, que he extraido del blog de nuestros amigos de "Zen Navarra", al final del mismo he añadido un enlace a su blog que os recomiedo visitar.
Gassho!

Sergi G.


DEL DOLOR:

“Puedes tener un dolor errático, que varíe a menudo de localización.
Fulgurante, que aparezca y desaparezca.
Gravitorio, que causa sensación de pesadez.
Irradiado, que se manifiesta de forma arborescente siguiendo una dendrita o terminación nerviosa.
Osteoscópico, que se produce en las superficies óseas sólo cubiertas por la piel.
Pulsátil, que late de forma dolorosa en las partes inflamadas.
Pungitivo , que se presenta en forma de pinchazo.
Referido, adscrito al músculo aponeurótico y percibido en una zona cutánea.
Reflejo, percibido en una zona distinta de donde se asienta la lesión.
Sordo, que es leve pero continuo.
Terebrante, intenso, semejante al que pudiera producir un barreno.
Urente, que se siente con escozor o picazón.


Todos estos dolores físicos son registrables o cuando menos definibles en términos médicos. No así los dolores psíquicos del alma, cuyas  causas proceden de una oscuridad, la del inconsciente, aún más vasta que la del cuerpo…

Los chinos denominan al dolor t´ung k´u una de cuyas acepciones es precisamente amar en exceso”.

Mario Satz, El eje sereno y la rueda de las emociones.
Edit Miraguano 2009

DEL SUFRIMIENTO:

“Para mí el sufrimiento es más bien un signo, un síntoma de una disfunción que es la del desconocimiento de nuestra profunda realidad. Este desconocimiento trae la falta, la frustración, la necesidad de construir un ego artificial.

Podemos distinguir entre el dolor y el sufrimiento. El dolor puede existir independientemente del ego, del dolor físico, de la enfermedad, al reenviarnos todo esto a nuestra fragilidad.
Hay siempre una oposición al dolor, una revolución que transforma ese dolor en sufrimiento. Funcionamos entonces de una manera exclusivamente dualista y todo ese dolor se convierte en sufrimiento.

Diría que el sufrimiento es una dramatización y una no aceptación del dolor por parte del ego.

Somos una concretización de la energía cósmica que en un momento dado toma forma   Entonces en verdad no tenemos principio ni fin. Todo lo que constituye nuestro ser no nos pertenece en propiedad ”

“El ego en general y el sufrimiento den particular” Roland Yuno Rech de
Ser monje hoy (Editorial Milenio)




Zen Navarra:
http://zennavarra.blogspot.com.es/



lunes, 18 de febrero de 2013

CUANDO ABANDONAMOS TODO, OBTENEMOS TODO





Hacer sin hacer
Sin meta
sin objetivo, ni búsqueda
sin provecho ,ni beneficio
sin reconocimiento.

No hay nada que perder
ni que obtener.
Solo estar ahí
en contemplación
en compasión pura.


"Cuando abandonas todo, obtienes todo"





miércoles, 6 de febrero de 2013

DOCE MESES CRUZANDO EL SILENCIO...



 No busques nada
                                                                La vida es ahora
                                                                 El tiempo pasa...

                                                                     "Zen-Haiku"

Este próximo domingo, se cumplirá un año desde que empezó mi práctica dentro del Zen. Doce meses que parecen doce años, pues mi vida sólo es una sombra de aquello que fue, ni mejor ni peor, pero totalmente diferente. 
Así que a pesar de que el zen nos enseña a no aferrarnos a nuestros recuerdos, esta noche quisiera hacer una retrospectiva personal, partiendo de aquel 10 de febrero de 2012, el día que decidí adentrarme tras las puertas del silencio y conectar con mi verdadero ser.
Me hubiera encantado escribir este artículo el domingo, pero casualmente este fin de semana marcho hacia una nueva sesshin, que aun hará más especial dicho día.
Recuerdo mi entrada en el dojo, ese olor a incienso japonés que se deslizaba a través del aire, como si de una serpiente de viento se tratara, inundando de aromas florales todo a su paso.
Una mujer de semblante dulce, sereno y serio a su vez, vestía un atuendo oscuro, de tintes tradicionales, esparcidos a través de un sinfín de micro puntos de hilo blanco que se perdían entre trazos y claroscuros.
Me resulta difícil de explicar esto, pero siempre he dicho, que nada más entrar al dojo, supe que estaba donde siempre había querido estar, después de muchos años buscando, ahora había encontrado la puerta hacia el despertar de mi conciencia.
Desde entonces han pasado muchas cosas, pero lo más fascinante ha sido ver como el zen ha dado un sentido muy intenso a mi vida. Una vida que ahora tengo más ganas de vivir que nunca, junto a mi mujer la persona que más quiero en esta vida y el resto de seres, que al igual que yo siguen su camino a través de las mil orillas que se esbozan desde un mismo lago, la vida...
A partir de entonces han sido muchas las sensaciones que he vivido, entre ellas ese dolor espantoso de los primeros meses, que se extendía desde mis tobillos hasta el resto de mis extremidades como si las mismas se fueran a romper en mil pedazos. Sin duda una de las primera barreras que todo practicante conoce tras cruzar las puertas de zazen y encontrarse consigo mismo por primera vez. 
Pero con el tiempo, ese dolor acaba por formar parte de tu práctica y empiezas a descubrir que la destrucción de la dualidad en nuestras vidas, empieza por aceptar todas las adversidades que la misma alberga para nosotros. Nuestra mente ordinaria es la única capaz de hacernos pensar que nuestro entorno se rige por una realidad dual, que nos obliga a elegir siempre la mejor opción para nosotros. Pero la realidad creedme es bien diferente, pues no hay nada bueno ni malo en la vida, puesto que todo forma parte de la misma aceptación.
Así que cuando un practicante decide traspasar los límites del dolor y concentrar su atención en la postura y su respiración, de pronto eso dolores son sólo un velo traslúcido, que se posa ante nuestros ojos, sin causarnos ni la más mínima atadura.
A los cuatro meses de mi comienzo en el zen, tuvo lugar mi primera sesshin (retiro de meditación intensiva), un espacio de tiempo que jamás olvidaré, pues aunque muy duro en muchos sentidos, saco todo aquello que siempre se había ocultado, allí donde yo no era capaz de encontrarlo. La explicación es bien simple, puesto que nada en este mundo enoja más a nuestro ego que un periodo de sesshin, Durante  esos días de aislamiento en medio de la naturaleza y el silencio, los conflictos con nuestra mente ordinaria son constantes y ello nos hace tomar una perspectiva real de nuestra existencia y camino que queremos tomar en nuestra vida. En mi caso, aquellos días de retiro sirvieron para reflexionar mucho y lo más importante sirvieron para darme cuenta de lo mucho que significaba para mi el zen, hasta el punto de pedir mi ordenación, y con la misma el compromiso de la practica de por vida.
Con el paso del tiempo, la practica del zen me ha enseñado a tomar conciencia de cada segundo de mi vida, haciendo de cada momento una meditación y sobre todo mostrándome la belleza del aquí y ahora... A través del zen, comprendí que todo en nuestras vidas tiene el mismo valor, pues todo debería estar llevado a cabo desde la atención plena.  A día de hoy, puedo afirmar que el zen a revolucionado mi vida, me encanta limpiar mi casa, cocinar, coser y en general todo lo que me permita estar concentrado en la acción llevada a cabo, pues muchas personas, cuando hablan de zen, siempre recurren a la postura de zazen, pero desconocen que para un practicante zen, la vida fuera del dojo es tan importante como sus meditaciones dentro del mismo. Todo forma parte de lo mismo, vivir el momento presente desde la aceptación y el no aferramiento.



Y para terminar, si tuviera que destacar algo importante durante este periodo de doce meses acontecidos en mi vida, sin duda sería el haber conocido al maestro Roland Juno Rech, uno de los grandes transmisores del verdadero zen, además de ser un discípulo directo de Taisen Deshimaru.
Coincidí con él en una sesshin que el mismo dirigía el pasado mes de octubre en Lluçà (Catalunya).



La verdad es que lo mejor de este maestro, es su infinita sencillez, así como la serenidad de sus gestos, que ya es toda una enseñanza para las personas que seguimos la labor que está realizando por toda Europa.
Así que aunque necesitaría muchos artículos como este para explicar todo lo que he vivido durante este año, prefiero pensar que a este le seguirán muchos más y ahora ya puedo contar con una mano los meses que falta, para marchar hacia el norte de Francia, donde después de uno de los años más intenso de mi vida en todos los sentidos, seré ordenado bodhisattva por el mismo Roland Juno Rech.
En todo caso, cada vez tengo más presente que no será la última vez que me ordene dentro del zen, pues el mismo no representa una mera práctica para mí, sino una forma de entender el sentido de mi vida.


Gassho a todos mis compañeros, a mi mujer, por comprender mi pasión por el zen y a todas las personas que me han dado lo mejor de su conocimiento para crecer junto a mi....